No esperes.

Una leve y casi imperceptible lluvia.
El sol brillando glorioso en el horizonte.
Las nubes moviéndose a la carrera por el cielo, que es azul, muy azul, increíblemente azul.
El verde de las hojas que hace brillar el sol.
Mi cabello alborotado y libre con el viento.
Más gotas. Más. Más y más.
Frío.
Luego calor.
Más frío.
Muchísimo viento... demasiado... una locura a mi alrededor.
Árboles caen, lluvia va y viene
y mi cabello cada vez más alborotado.
Vuelo, el viento me lleva, me empuja, me sangolotea... y lo agradezco.
Ya no tengo miedo.
Así la vida: hermosa, sorprendente, impredecible e incontrolable; casi parece imposible.
No podemos esperar ni pedirle nada. La vida es. Va. Se mueve. Te empuja, te avienta, te sangolotea. Y te tienes que mover. Volar con ella. O te quedaras estampado a un árbol.
Antes agarraba un árbol y no me dejaba mover, el viento me lastimaba, sufría... ahora, solté ese árbol y heme aquí,  volando a quien sabe donde.
Empieza a llover... y es una lluvia suave, tibia, gloriosa.
Es el canto de la libertad.

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